El alza del transporte más verde y eficiente que tiene Santiago, el metro, desató una crisis política que no se veía desde el Tsunami del 2010. ¿Qué explicación hay para esto? Una posible es la llamada “ley del cuidado inverso”, descrita por el Dr. Tudor Hart en los años 70, que sostiene que paradójicamente quienes más necesitan bienes sociales, como un transporte público de calidad, son quienes menos los reciben. La falta de acceso a estos bienes perpetúa además condiciones de peor salud y menos oportunidades.
Se estima que 70% de la salud de una población depende de factores no relacionados con los hospitales o la atención médica, uno de ellos es el transporte. Por otra parte, en las ciudades donde hay menos acceso a movilización pública, se genera un aumento en el número de autos, los que incrementan la polución del aire. A su vez, las personas de menos recursos tienden a vivir cerca de carreteras o zonas de mayor tráfico, experimentando las mayores consecuencias de la polución, como el ruido constante que afecta la salud mental. Del mismo modo, están más expuestas a partículas cancerígenas, las llamadas PM 2.5, que incrementan significativamente riesgo de cáncer de pulmón, infarto y accidentes vasculares. Y esas personas no necesariamente tienen acceso a automóviles.
Más aún, el número de muertos en accidentes de tránsito se incrementa a medida que sube el número de vehículos particulares, generando un paradójico círculo vicioso ya que comprar un auto tiende a estar falsamente asociado a una forma de estar más seguro y protegido, haciendo el problema aún más grave.
dos comunas de mayores ingresos en la época: Las Condes y Providencia, las que probablemente, tenían la menor necesidad de transporte público. Por otra parte, comunas de grandes necesidades sociales, serán las últimas en sumarse: San Bernardo, El Bosque, Quilicura, Renca, Cerro Navia, La Pintana y Lo Espejo. A su vez, grandes hospitales públicos, aún no cuentan con un metro cerca.
Esto impacta, entre otras cosas, en el acceso a diversas prestaciones de salud. En Estados Unidos, se estima que tres millones de personas no accede a atenciones de salud producto de falta de acceso a transporte y que 4% de los niños, independiente de su seguro médico, perdió un control médico por falta de acceso a transporte. Los estudios muestran en general, que pacientes que tienen acceso a un auto, tienen más probabilidades de asistir a un control médico.
No es de extrañar entonces, que la falta de acceso a transporte público ha sido consistentemente vinculada a peores niveles de salud. Por el contrario, la inversión en transporte accesible y de bajo costo genera externalidades positivas. El uso de bicicletas reduce la huella de carbono, mejora la salud cardiovascular de los usuarios y lleva a un aire más limpio para todos: los que las usan y los que no. Buses eléctricos y el metro permiten un traslado más fácil y expedito, reduciendo drásticamente la polución.
El transporte público es sin duda un asunto de salud pública y es difícil pensar que grandes indicadores de salud no mejoren si no se invierte en movilidad sustentable, eficiente y accesible, lo que debiese ser parte de una estrategia global para mejorar la salud de la población.