Progresivamente, en amplios sectores académicos, políticos y sociales crece el consenso en torno a la necesidad de que en Chile avance hacia un asegurador público universal en salud que reúna todos los fondos (mancomunar) que destina la sociedad para el financiamiento de la salud – cotizaciones e impuestos generales- a objeto de dar garantía a un Plan Universal de Salud que responda integralmente ante las necesidades de salud que más afectan a la calidad de vida de personas, sus familias y comunidades. Hemos llamado a este asegurador público Seguro Nacional de Salud, en línea de como otros países llaman a estos arreglos institucionales, no obstante que pueda darse algún otro nombre en el futuro en nuestro país.

 El mancomunar fondos, más allá de importantes aspectos valóricos como la solidaridad (intra- e inter-generacional) o incrementar la equidad, tiene ventajas técnicas de eficiencia en el manejo del riesgo en salud, que son indiscutibles en el concierto de la evidencia de comparada de los sistemas de salud. Tanto es así que ya el año 2014, los países de las Américas, en reunión del Consejo Directivo de la Organización Panamericana de la Salud concordaron que los países deben avanzar hacia mancomunar los recursos de salud, junto a incrementar el gasto público en salud, la eficiencia de dicho gasto y el fortalecimiento de sistemas basados en la atención primaria a la salud. 

 Reunir todos los fondos para financiar un plan universal sin ninguna forma de discriminación, entre otras ventajas permite que los recursos íntegramente sean utilizados en acciones de salud y no sean derivados a gastos de venta o utilidad como ocurre en la actualidad con las ISAPRE. Junto a ello, facilita que la asignación o intermediación financiera este asociado con acciones probadamente efectivas y cuyo retorno en impacto y bienestar –tales como las actividades de promoción y prevención- estén debidamente priorizadas, además de evitar incentivos al consumo de prestaciones innecesarias. 

 Por otro lado, tener un Seguro Nacional de Salud, no es sinónimo de “monopolio estatal”, como intentan señalar algunos de sus detractores, ya que la experiencia internacional señala formas exitosas tanto con prestadores privados (Corea y Taiwán), públicos (Costa Rica, Uruguay) o mixtos (Australia y Canadá). Lo lógico en Chile, dada las importantes brechas aún existentes en infraestructura, recursos humanos y tecnologías en salud, es que de modo racional se utilice toda la capacidad existente y de modo inteligente el sector prestador privado y el público participen de la red de prestadores del Seguro Nacional. En este proceso, es clave cautelar que los actores privados participen de reglas públicas tales como lo han hecho muchos países. 

 Para todos es claro que el sector público debe mejorar en su capacidad de responder a las expectativas y necesidades de salud de la población, qué duda cabe. Cada vez hay más acuerdo en la urgencia de hacer cambios profundos a la forma en que se organiza el sistema de salud (gobernanza) y a las capacidades de gestión de dicho sector (alta dirección pública, autonomía de los directivos, participación directa de la comunidad, entre otras). Pero, en paralelo también hay que hacer mejoras en la prestación privada de modo puedan adaptarse a una lógica sanitaria, que hasta hoy no han tenido, que conllevaría la implementación de un plan de carácter universal. Estamos convencidos, que el sector privado que presta servicios de atención no tiene objeción en participar de un esquema público de financiamiento. Probablemente la industria de los seguros no tendría objeción en participar mejorando la oferta de seguros complementarios en salud. Sólo una mirada cargada de ideología sigue insistiendo en la persistencia de las actuales ISAPRE, a sabiendas de por décadas persisten con graves fallas y profundamente deslegitimadas en la opinión pública. Así como Seguro Público Universal no es sinónimo de “monopolio estatal”, una participación legítima del sector privado en salud no es sinónimo de ISAPRE. El tiempo de las ISAPRE ya pasó. Llego la hora de que Chile construya un sistema de salud a la altura de sus socios de la OECD, en donde el aseguramiento público universal, financiado de manera solidario, es la regla.

 

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