Los antecedentes de la Gripe H1N1, o los brotes epidémicos de Virus Ébola o SARS, que en algún momento amenazaron con extenderse peligrosamente lejos de su lugar de origen, hacen necesario reflexionar acerca de cómo respondimos a esta pandemia, no a modo de tribunal político, sino con una mirada científica e histórica, recordando el simple aforismo de Santayana:
“Quien olvida su historia, está condenado a repetirla”.
A dos años del primer caso de Covid-19 en Chile, ya se han contagiado 3.5 millones de chilenos y han fallecido otros 54.000, convirtiendo a esta pandemia en el peor desastre natural que ha enfrentado el país en los últimos cien años.
A pesar de esto, sólo nos asisten dos certezas. La primera, es que el virus no se va a ir, y al igual que la influenza, probablemente seguirá circulando en forma estacional por años. La segunda, es que ésta no será la última pandemia. Los antecedentes de la Gripe H1N1, o los brotes epidémicos de Virus Ébola o SARS, que en algún momento amenazaron con extenderse peligrosamente lejos de su lugar de origen, hacen necesario reflexionar acerca de cómo respondimos a esta pandemia, no a modo de tribunal político, sino con una mirada científica e histórica, recordando el simple aforismo de Santayana: “Quien olvida su historia, está condenado a repetirla”.
La pandemia nos sorprendió con un bajo nivel de preparación. Chile contaba con 7.3 camas de paciente crítico por 100 000 habitantes (un total de aproximadamente 1400 camas). Casi la mitad de camas por habitante que Francia o Canadá. A pesar de esta falta de camas críticas en relación a nuestra población y la anticipación con que la experiencia de Italia nos hacía pensar que éstas serían indispensables en Chile, la primera compra adicional de ventiladores mecánicos (elemento esencial de una unidad para pacientes graves), se realizó el 13 de marzo del 2020, casi dos semanas después del primer caso de Covid-19 en Chile.
A pesar de esto, sólo nos asisten dos certezas. La primera, es que el virus no se va a ir, y al igual que la influenza, probablemente seguirá circulando en forma estacional por años. La segunda, es que ésta no será la última pandemia.
Más aún, el primer consejo científico asesor de la pandemia, un comité ad-hoc creado por el gobierno, sesionó recién el 11 de marzo, donde ya sólo quedaba recibir sus propuestas para enfrentar la pandemia, en vez de haber contado con dichas ´recomendaciones en los meses previos, cuando la propagación de la pandemia ya hacía inevitable concluir que ésta llegaría a Chile.
Una vez que llegó la enfermedad, sabíamos que se necesitaba un adecuado sistema de trazabilidad. La experiencia de China, publicada en el reporte de la OMS en febrero de 2020, mostraba que sin un elevado número de personas dedicado a buscar y aislar enfermos, contener la pandemia iba a ser imposible. Chile, sin embargo, perdió rápidamente la trazabilidad. En menos de un mes, ya no podíamos vincular un caso con otro. Sin embargo, a pesar de abrumadora evidencia científica constatando utilidad de trazabilidad, recién el primero de julio, cuando ya contabilizábamos casi 6000 fallecidos, el ministerio dictó una nueva circular de trazabilidad y aumentó el personal a una cifra que pudiera razonablemente realizar el trabajo de ubicar y aislar enfermos y contactos.
La experiencia de China, publicada en el reporte de la OMS en febrero de 2020, mostraba que sin un elevado número de personas dedicado a buscar y aislar enfermos, contener la pandemia iba a ser imposible. Chile, sin embargo, perdió rápidamente la trazabilidad. En menos de un mes, ya no podíamos vincular un caso con otro.
Al mismo tiempo, las unidades de cuidados intensivos comenzaron a escasear y fue necesario, por la vía de un decreto de emergencia, integrar toda la capacidad hospitalaria, para que movilizando pacientes entre regiones y entre prestadores públicos y privados, a nadie le faltara atención. Esta integración fue exitosa, permitiendo dar atención a casi todos los que lo necesitaron.
En paralelo a la crisis sanitaria, se creó una crisis de confianza. Se reveló la existencia de un registro paralelo de fallecidos, donde en la práctica, la cifra de fallecidos que se informaba al país dependía de lo que quisiera hacer el ministro y un grupo de asesores.
El siguiente paso, fue la “batalla por las vacunas”. En un país que no produce vacunas, dependíamos de gestión y lobby. En ese sentido, las gestiones de Presidencia y de los Rectores de la Universidad de Chile y Católica, permitieron lograr convenios para el ingreso de vacunas, por la vía de sumar a Chile a los ensayos clínicos necesarios para su aprobación. La rápida llegada de las vacunas, permitió que, sumado a un sistema de atención primaria de distribución nacional, Chile asumiera rápidamente un liderazgo mundial en términos de vacunados.
En paralelo a la crisis sanitaria, se creó una crisis de confianza. Se reveló la existencia de un registro paralelo de fallecidos, donde en la práctica, la cifra de fallecidos que se informaba al país dependía de lo que quisiera hacer el ministro y un grupo de asesores.
Cada una de estas etapas, y sus problemas nos permite extraer lecciones.
La primera, es la necesidad de crear un comité asesor científico de pandemias y catástrofes, que disponga de un presupuesto autónomo y pueda ser autoconvocado, o convocado a solicitud de presidencia, pudiendo levantar alertas en forma independiente del poder político y con transparencia a la ciudadanía. Se trata de institucionalizar el actual comité asesor, adoptando un modelo similar al comité SAGE del Reino Unido.
No todo es política, y donde menos política debe haber, es en las estadísticas en Salud. Hoy, el departamento de estadísticas en salud (DEIS) es un ente profesional de gran capacidad técnica, que no obstante, es dependiente en forma completa del poder político de turno, sin tener la independencia necesaria para transparentar cifras que pudieran molestar al gobierno, como se hizo evidente en esta pandemia. Esto puede y debe cambiar, ya sea mediante la creación de un departamento autónomo de estadísticas o por la integración del DEIS a un Instituto Nacional de Estadísticas con mayor autonomía, que permita una mejor integración de los datos y más transparencia.
Hoy, el departamento de estadísticas en salud (DEIS) es un ente profesional de gran capacidad técnica, que no obstante, es dependiente en forma completa del poder político de turno, sin tener la independencia necesaria para transparentar cifras que pudieran molestar al gobierno, como se hizo evidente en esta pandemia.
La crisis de camas críticas, evidenció que a Chile no le sobran. No sólo necesitamos no retroceder en las capacidades de camas críticas generadas, sino que requerimos de un sistema integrado de salud. Si se garantizó el acceso a hospitalización en pacientes con Covid-19, no hay motivo para no buscar garantizar lo mismo a pacientes con cáncer o enfermedades cardiovasculares. Una vía para hacer esto, es la creación de un seguro único de salud, que permita integrar a prestadores públicos y privados en una red nacional, similar al modelo de países desarrollados como Canadá, Corea del Sur o Reino Unido.
La búsqueda desesperada de vacunas, en tanto, mostró la importancia de tener capacidades científicas propias. Hoy somos el segundo país de la OECD que menos gasta en investigación. Un incremento de recursos en esta área y un gasto dirigido a la capacidad de desarrollar vacunas en Chile, debe ser una pieza clave para aumentar nuestra preparación para pandemias.
No sólo necesitamos no retroceder en las capacidades de camas críticas generadas, sino que requerimos de un sistema integrado de salud. Si se garantizó el acceso a hospitalización en pacientes con Covid19, no hay motivo para no buscar garantizar lo mismo a pacientes con cáncer o enfermedades cardiovasculares.
Por último, la atención primaria fue clave en el éxito del proceso de vacunación. Tener las vacunas no sirve de nada sin una red para distribuirlas. Países como Estados Unidos con amplio y prioritario acceso a vacunas, al carecer de una similar capacidad pública instalada para distribuirlas, tuvieron un proceso menos exitoso que el nuestro. Fortalecer esta red tanto en presupuesto como en recursos humanos y resolutividad, debe instalarse como una prioridad.
Finalmente, la respuesta a la pandemia, como la respuesta a toda enfermedad infecciosa, es dinámica. Requiere adaptarse a una situación cambiante. Sin embargo, si queremos mejorar nuestra respuesta a este tipo de crisis, debemos poner énfasis no sólo en responsabilidades políticas, sino en los pilares institucionales que permitan anticiparse a enfermedades emergentes, para prevenir el contagio, atender a los enfermos que lo necesiten e informar a la población con transparencia.
*Por Juan Carlos Said, máster en Salud Pública Imperial College London; médico internista Universidad Católica.