Son los últimos días de la segunda guerra mundial, y un grupo de soldados rusos ocupa un convento en Polonia y viola a las monjas que ahí viven. Como resultado siete de ellas quedan embarazadas.

Con el fin de evitar un escándalo social, deciden dar a luz a escondidas en el convento. Inicialmente, sin asistencia médica, consiguen finalmente el apoyo de una joven doctora  que las ayudará en el trabajo de parto.

La historia (alerta de spoiler) tiene un final feliz: las religiosas logran a pesar de la adversidad, que los niños nazcan, y aceptan criarlos como si fueran huérfanos, junto a otros niños en el mismo convento.

Si la vida imita al cine, en este caso fue el cine el que imitó la realidad. Esta historia está historia en un hecho real ocurrido durante la ocupación soviética de Polonia.

La película estrenada con gran éxito de crítica el 2017 en el festival Sundance – y actualmente en cartelera en el Cine El Biógrafo – parece haber sido elegida en forma precisa para el momento que vive Chile: la discusión del  proyecto de ley que despenaliza el aborto en caso de tres causales: riesgo vital de la madre, malformación incompatible con la vida y violación.

La primera causal, no reviste mucha polémica: con o sin ley, hoy en Chile no mueren mujeres producto de embarazos que implican un riesgo a la vida materna. Bajo el principio ético conocido como ley del doble efecto, la praxis médica reconoce la legitimidad de interrumpir, por ejemplo, un embarazo tubario. Esto ya que la acción tiene como efecto deseado salvar la vida de la madre y como no deseado e inevitable, la muerte del feto. La ley, en este caso, sólo viene a consagrar por escrito la práctica médica habitual.

La segunda causal de inviabilidad, busca que en el caso de malformaciones incompatibles con la vida, como la ausencia de cerebro y más conocida como anencefalia, la madre pueda interrumpir en forma prematura ese embarazo.

Mucho más polémica es la tercera causal, la que permite el aborto en caso de violación. En Chile, 1743 mujeres realizaron una denuncia por violación durante el 2015, las que en su mayoría (más de la mitad) se concentran en el grupo de menores de 17 años. Es evidente que esta cifra no revela completamente la magnitud del problema, dado que frecuentemente existe temor a denuncias en estos casos.

En nuestro país,  se estima que 2.1 %  de los abortos sería producto de un embarazo secundario a una violación. Peor aún, estos delitos se concentran en los grupos de mayor vulnerabilidad social y menor ingreso. De esta manera, a edades tan tempranas como 12 o 13 años deberá decidir una mujersi tener o no a este hijo no deseado, teniendo que definir ella si cuidarlo o entregarlo al deficiente sistema de adopción chileno.

Sin embargo, se trata de un embrión o feto sano, sin malformaciones, y que salvo este “vicio de origen”, es simplemente una vida humana. Se encuentran, finalmente, dos principios en conflicto: la protección de la vida del que está por nacer y el derecho de la mujer de ser madre cuando así lo desee y de elegir la vida que quiere vivir sin coerción del Estado.

La película antes nombrada, nos muestra el extremo del heroísmo: no sólo dar a luz al hijo, sino además criarlo y de paso, aprovechar de cuidar a otros huérfanos. Esto es deseable y emociona verlo. No se puede sino ver la resiliencia del ser humano frente a la adversidad y su capacidad para sobreponerse con amor, al odio y la violencia.

Sin embargo, los actos heroicos no pueden ser mandatorios. Nadie puede estar obligado a ser un héroe por ley. En este caso, permitir que el hijo nazca, desde el punto de vista liberal sería algo supererogatorio.

Una primera violencia ya se ha cometido contra la mujer al ser violada. En ésta el Estado es co-responsable, al no haber sido capaz de garantizar seguridad e integridad física de una de sus ciudadanas. Una segunda violencia, se comete al obligar a tener a este niño.

En ambos casos la resolución del conflicto implica violencia: en uno contra la mujer a la cual se le impone una maternidad forzada que lesiona su vida en forma irreparable. En el segundo caso, poniendo término a la vida de un feto.

Establecer la despenalización en caso de violación, no implica decir que esta decisión es simple, fácil u obvia. No implica, tampoco, promover una u otra alternativa. Implica simplemente, reconocer la complejidad de las opciones y  que ambas puedan ser elegidas libremente, sin mediar una sanción del estado.

Las monjas en la película,  decidieron dar a luz. ¿Qué querrán las mujeres chilenas?  No lo sabemos. Dejemos que ellas decidan.

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