El proyecto de ley del cáncer que el gobierno acaba de enviar al Senado con apoyo de la también senadora Carolina Goic, es un avance significativo en la lucha contra esta enfermedad para mejorar el diagnóstico y dar más acceso a tratamientos. Sin embargo, no hace nada por detener los tres factores que más cáncer provocan en Chile y en el mundo: tabaco, alcohol y obesidad.

El problema es simple: en términos políticos, diagnosticar y tratar el cáncer no perjudica a nadie. Sin embargo, generar la legislación necesaria para disminuir y regular el consumo de alcohol, tabaco y alimentos, perjudica a muchas industrias y legislar se hace difícil.

Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Chile es el país con la mayor tasa de tabaquismo, el mayor número de obesos y el consumo más alto de alcohol en Sudamérica. Y según la ya bien probada evidencia internacional, la mejor solución a estos problemas requiere de acción legislativa. Y en específico para bajar las cifras de cáncer en nuestro país, se requieren al menos dos nuevas leyes, y perseverar en la implementación de otra.
En primer lugar, la nueva ley de tabaco: La misma OMS estima que fumar genera el 22% de los cánceres en el mundo. Es un factor de riesgo para 15 tipos distintos de tumores y mata a 16.000 chilenos al año. Tabaco es simplemente sinónimo de cáncer. Sin embargo, aún duerme en el Congreso el proyecto de ley que establece cajetillas genéricas, de un solo color, prohibiendo la publicidad en puntos de venta.

El segundo gran cancerígeno es el alcohol. No hay cifras chilenas, pero en EE.UU. el National Institute for Health estima que hasta 3.5 % de las muertes se deben a cánceres asociados al alcohol, como el de boca o esófago. Sin embargo, nos topamos con el mismo problema que tenía el tabaco hace 20 años: la publicidad de alcohol es masiva, se vincula a estereotipos de éxito y salud (viajes, deporte, etc.), y las botellas no contienen una clara advertencia de los efectos perjudiciales. Limitar la publicidad y etiquetar correctamente el alcohol, tal como se hizo con tabaco, son medidas de probada eficacia. Sin embargo, este proyecto también descansa, sin despertador, en el Congreso.

Y, en tercer lugar, el 60 % de los chilenos tiene obesidad o sobrepeso. Una tercera ley necesaria, es la ley de etiquetado de alimentos. En este caso particular, más que una nueva ley, el gobierno debe resistir las presiones de la industria alimenticia para cambiarla. Actualmente, la ley indica por gramos la cantidad de grasas, sal o azúcar de los alimentos. Pero la industria quiere cambiar el etiquetado a porciones, lo que provocaría que muchos alimentos eliminaran los sellos de advertencia puesto que una “porción”, según el tamaño arbitrario que se le asigne, puede tener menos componentes perjudiciales para la salud. El gramo en cambio, es una medida universal, de amplio conocimiento que hace más fácil y objetiva la comparación. Voces en favor de este cambio, ejercen presión en los medios sobre los parlamentarios, no en busca de alimentos más saludables, sino sólo con la idea de quitarle los “molestos sellos negros” a las porciones, y lograr por secretaría que sus productos sean saludables. De lograrse este cambio, los chilenos tendrán menos herramientas para elegir comidas saludables y la obesidad seguirá en aumento.

Esperemos entonces que las mejoradas relaciones del gobierno con la Democracia Cristiana, nos permitan no sólo dar el primer paso en la lucha contra el cáncer, sino también ampliar las regulaciones a sus principales generadores, en lo que sería un útil y fructífero proyecto de acuerdo transversal por la salud de las y los chilenos.


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