Este mes de octubre y como cada año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo dedica a sensibilizar respecto del cáncer de mama y su prevención. Pensar en esta enfermedad y sus campañas se ha vuelto sinónimo casi de una sola palabra: mamografía.
Este enfoque además, le ha dado al ministerio de Salud el espacio para promover la mamografía como forma de diagnosticar precozmente este cáncer, convirtiéndolo en un “mantra” sagrado, que sin embargo, ha dejado de lado políticas aún más relevantes para la prevención de esta enfermedad.
Si bien la mamografía está indicada y se recomienda cada dos años a toda mujer entre 50 y 74 años, el énfasis debiese estar en lo que viene antes: los factores de riesgo y su forma de prevenirlos.
Si bien hay cuestiones que no son modificables, como los antecedentes familiares, otros factores sociales sí lo son, y pueden ser claves a la hora de prevenir esta enfermedad, pudiendo ser mucho más efectivos que una mamografía (y más baratos): hablar sobre el consumo de alcohol, el tabaquismo y el sobrepeso.
Está demostrada una relación directa entre el cáncer de mama y el consumo de alcohol. Se estima que éste aumenta progresivamente a partir de tres tragos a la semana, señalándose en un 10% más el riesgo de padecer la enfermedad por el equivalente a una copa de vino extra por día (Chen 2011).
Del mismo modo, fumar o estar expuesta al humo de fumadores (fumador pasivo), incrementa las posibilidades de contraerla, al igual que por cada 5 kgs de sobrepeso hay un 11% más de riesgo de cáncer de mama.
No obstante, las malas noticias siguen, como país tenemos el récord en obesidad, tabaquismo y consumo de alcohol. Casi 40% de las mujeres fuma, 90% no hace ningún tipo de actividad física, 75% tiene obesidad o sobrepeso y 3% presenta consumo riesgoso de alcohol.
Las cifras son desalentadoras y cualquier estrategia contra el cáncer de mama que no se haga cargo a nivel poblacional de estos factores de riesgo, está condenada a fracasar.
A nivel de salud pública, garantizar a todos los chilenos y chilenas el tratamiento para dejar de fumar, terminar de implementar la ley de etiquetado (que ha demostrado ser efectiva en modificar ingesta de alimentos ricos en calorías) y avanzar en la legislación que limita publicidad de bebidas alcohólicas y tabaco, son estrategias basadas en evidencia científica, tanto o más efectivas, y de menor costo, que promover un programa de mamografías. Esa es la cruda realidad.
El problema mayor es que el cáncer de mama se ha convertido en la primera causa de muerte por cáncer en mujeres en Chile. Esto puede cambiar. Sin embargo, requiere que a nivel público, los esfuerzos por prevenir, partan antes de la mamografía. Mucho antes.