Las cifras de contagios han empeorado, y la aceleración de la pandemia, especialmente en Santiago, ha llevado a endurecer medidas de confinamiento, como adelantar el toque de queda. Sin embargo, el comienzo de esta segunda ola no nos sorprende con el mejor pie.

Si bien tenemos más camas críticas y capacidad de toma de exámenes, nunca logramos control de la circulación del virus. Ahora no partimos de cero casos. Por el contrario, nos estabilizamos en una “endemia” alta, un número elevado de contagios diarios, desde donde ha comenzado esta aceleración de la pandemia, haciendo pensar que un escenario probable, de no mediar algún cambio, es un peak de casos mayor al de junio.

Por otra parte, el personal de salud ha sufrido al menos 36.000 contagiados y 72 fallecidos, según el último reporte del Minsal. Muchos de ellos, no podrán volver a trabajar por meses, luego de experimentar las secuelas de una hospitalización prolongada. Más aún, licencias médicas y signos de burn-out o agotamiento se han hecho cada día más frecuentes. Se estima que hasta un 60% del personal de Unidades de Cuidados Intensivos experimenta actualmente síntomas de cansancio emocional. Se puede decir entonces, con propiedad, que son menos y están más cansados.

Por otra parte, la realidad de la ocupación de camas a nivel nacional nos muestra que Coquimbo, Atacama, la Región Metropolitana, Valparaíso, La Araucanía y Bío-Bío, ya están con ocupaciones de camas UCI mayores al 90%, producto de una verdadera ola de pacientes con enfermedades crónicas generadas o descompensadas producto del prolongado confinamiento. Sobre eso, ya se han comenzado a incrementar los casos de pacientes con Covid-19 hospitalizados, una cifra que se mantenía a la baja, pero que en último informe ICOVID Chile, mostró una tendencia al alza que no se veía desde septiembre.

Sumado a lo anterior, la población se encuentra agotada y experimenta claros signos de “fatiga de la pandemia”. El cumplimiento de medidas de distanciamiento social se ha reducido y es frecuente ver aglomeraciones en centros comerciales.

Al gobierno, en tanto, se le agotan las medidas disponibles, y a la distancia, se empieza a entrever la necesidad de un lockdown o cuarentena estricta, como ya ha tenido que implementar nuevamente el Reino Unido. Una medida que, por cierto, sería menos viable y efectiva, y sin duda más resistida por la población. Es difícil pensar que en comunas con altos niveles de hacinamiento, las familias puedan permanecer por tiempo prolongado, sin salir, en un verano con elevadas temperaturas y con menos recursos económicos de los que tenían disponibles a comienzos de la pandemia.

El gobierno entonces debe apostar a implementar medidas que permitan retrasar el progreso de una segunda ola en la Región Metropolitana (la segunda ola ya llegó a regiones), cortando la cadena de contagio y evitando la necesidad una cuarentena estricta, mientras comienza el proceso de vacunación.

En este sentido, lo primordial es un mensaje coherente que ponga énfasis en la educación y persuasión, mostrando que el riesgo no ha pasado y que la pandemia sigue ahí. Al mismo tiempo enfatizar que la posibilidad de una resolución de esta crisis a través de la vacunación es posible, pero demorará meses (o incluso un año entero). Del mismo modo, debe pensar en incrementar restricciones de ingreso a extranjeros (o nacionales) que provengan de países con endemia alta de casos, retomando la cuarentena obligatoria al ingreso o al menos una cuarentena abreviada de siete días con un examen PCR al final de esta.

Del mismo modo, si bien han mejorado los indicadores de trazabilidad, sólo en un 50% de los casos, se logra un diagnóstico precoz, es decir, un examen notificado a Minsal en menos de tres días desde el inicio de los síntomas. Es necesario mejorar este indicador rápidamente. Así como en junio se nombró un encargado de camas para conducir un veloz incremento en su número del mismo modo debería crear un encargado de trazabilidad, con foco en las comunas más densamente pobladas de Santiago. Fiscalizar adecuadamente cumplimiento de aforos en locales comerciales y especialmente restaurantes (donde riesgo de contagio es mayor), es primordial también.

Finalmente, todo lo que pueda hacerse, cumpliendo los protocolos científicos, para acelerar la vacunación, sin duda puede ser crucial para reducir el crecimiento de la pandemia. La situación que enfrentamos es grave, y en muchos aspectos -en especial los recursos humanos- no estamos mejor que en marzo. Nuevamente, el gobierno debe optar por focalizar esfuerzos en cortar la cadena de contagio. El tiempo, y las opciones disponibles antes de una cuarentena total, se agotan.

Por Juan Carlos Said, Fundación América Transparente