Se acerca el plebiscito, y muchos se preguntan qué sucederá con los pacientes con coronavirus y sus contactos. ¿Podrán votar? En la práctica, tienen derecho, pero el ejercicio de ese derecho a voto pone en riesgo la salud de otras personas, que podrían contagiarse. En este contexto, la autoridad sanitaria les impide salir de sus domicilios para votar. Esta situación podría afectar a todos los casos que estén activos en ese momento, que hoy son aproximadamente 16.000 (si sumamos sus contactos podrían llegar a ser otras 64.000 personas). Las opciones frente a esto son cuatro: postergar el plebiscito, hacer que voten a pesar de estar contagiados, votar a distancia o controlar efectivamente la pandemia para que muy pocas personas se encuentren impedidas de votar.

Postergar el plebiscito no parece viable ni útil. Si comer es necesario para que las personas vivan, votar es indispensable para que mantengamos la vitalidad de nuestras instituciones. Ya se postergó una vez la elección, sin embargo, el virus no se va a ir, y con o sin vacuna, nos va acompañar al menos por todo este año y el otro. Postergando elecciones ahora, nada garantiza que en marzo o julio la situación no será similar a la actual. No podemos pretender poner en el congelador por tiempo indefinido nuestra democracia, en un año cargado de elecciones. Además, la experiencia de 22 países que han realizado elecciones en pandemia avala que esto es posible, con adecuadas medidas de prevención y sin incremento de casos de coronavirus, como fue la experiencia de Corea del Sur y Polonia, entre otros.

Por otra parte, hacer que voten los pacientes contagiados en lugares de votación, considerando necesidades de traslado, interacciones con vocales de mesa, etc., es un riesgo muy alto que podría desencadenar un brote de casos y hacer más difícil el control de la pandemia. Más aún, no hay que olvidar que este impedimento para votar en personas enfermas no es nuevo. No pueden votar, por ejemplo, los pacientes con tuberculosis activa, que están en aislamiento respiratorio. Tampoco pueden hacerlo los 30.000 pacientes que pueden llegar a estar hospitalizados cualquier año durante una elección. En Chile, se estima que el 20% de los adultos tiene alguna discapacidad. De estos, casi un millón tiene algún grado de dependencia que les dificulta votar, como por ejemplo, quienes no pueden movilizarse. El coronavirus solo ha hecho esta realidad de otros enfermos y pacientes postrados más evidente.

¿Cuál es la solución? Probablemente, no hay que inventar la rueda. Casi todos los países desarrollados, entre ellos Suiza, Alemania y Reino Unido, tienen sistemas de voto por correo, que permitirían votar a distancia. Este sistema también se usa en países menos desarrollados, como México o Filipinas. El Servel ha descartado que este sistema pueda implementarse de aquí al plebiscito, sin embargo, debemos pensar no solo en la próxima elección, si no en las cinco que se vienen el próximo año. Todas ellas se realizarán con un virus que seguirá circulando, incluso si llega una vacuna. De esta forma, podríamos resolver un problema de miles de enfermos todos los años y no sólo un problema puntual asociado a la pandemia.

En el corto plazo, lo más razonable parece ser potenciar la estrategia de diagnosticar, trazar y aislar, para evitar rebrotes y permitir que el menor número de chilenos se vea impedido para votar. Por el contrario, hay que evitar implementar medidas que pongan en riesgo la salud de los chilenos -como hacer votar a pacientes enfermos Covid-19- o que pongan en riesgo la confianza en nuestra democracia, como arreglos de última hora para votar a distancia, que puedan hacer dudar la validez de la elección.

Aprovechemos esta crisis entonces para fortalecer este sistema electoral y hacerlo más inclusivo. Que todos los pacientes que son postergados en su derecho a votar puedan hacerlo en el futuro, ya sea desde sus hogares, hospitales o casas de reposo. Legislemos para los próximos treinta años y no para los próximos dos meses.

Por Juan Carlos Said, Fundación América Transparente